///… ESTA IMAGEN NO CARGA …///
La realidad sintética; la ya comprobada disminución de nuestra capacidad intelectual;
¿Somos lo contrario al periodo de la ilustración?
La relación texto/imagen (LEEMOS MEMES). La imagen como producto; el producto como lo real. La fijación del pixel en aquello que está por verse.
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La ilusión de la conectividad, la condición binaria que supone el lenguaje digital (0/1), el atrofio de aquello que vemos y la asimilación excesiva de aquella imagen no-como-representación —qué pensaría Magritte—, sino como una manifestación de la realidad. La imposibilidad de ver y la celebración de ello.
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Mientras tanto, Cruzat recurre a una labor casi carpinteril para construir sus propios pixeles. O, para ser más exactos, para construir la matriz de sus pixeles. La artista estampa la superficie de la tela, y lo que se devuelve es una punta lo suficientemente matérica como para llamarle así – punta –, quedando en evidencia la unicidad de aquello que construye la imagen que tenemos en frente. Yo me pregunto, ¿han aprendido nuestros ojos a bucear entre pixeles y se han vuelto capaces, por ejemplo, de conectar con el amor que se desprende de una fotografía de nuestra madre? ¿O es que estamos cavando nuestra propia tumba, destinándonos a flotar ridículamente en la capa superficial de las ideas?
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Tanto Josefina Cruzat como Cristóbal Traslaviña pertenecen a esa extraña generación que se crio sin internet y tuvo que actualizarse —en medio de sus procesos creativos ya andando—a la velocidad desbordante que exige la actualidad. No es raro entonces, que nos encontremos en estas salas con una serie de gestos que reflexionan acerca de la imagen en un hálito de naturaleza análoga-casi-anacrónica.
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La fotografía, la selfie, el retrato del otro, la ficción detrás de la imagen y su inherente traición se nos instalan, hoy, mirándonos de vuelta. Interpelan nuestra dimensión como queriendo pincharla.
¿Estarán también ellas dudando de nuestra veracidad?
Camila Alegría, curadora