La historia es algo irreparablemente secreto, que se deja entrever por la rendija del destiempo. Como un ritual o una aparición nocturna, cual perro jadeante que de pronto emerge desde un sombrío callejón, la historia insiste, invade y se incorpora a nuestras imágenes. Inevitablemente, siempre vuelve a articularse con la memoria. No puede existir sin ella.
Encarceladas en nuestro propio tránsito, yacemos inertes frente al perro negro, inmersas en la oscuridad y en la espesa memoria aún irresuelta.
¿Somos acaso para la historia un cuerpo desvanecido o el estribillo de un bolero ya olvidado? La Historia y la Memoria giran alrededor de sí mismas.
Durante febrero de 2022, entre las calles de Berlín y Leipzig, me encontré azarosamente con dos libros en condición de residuo. Ambos libros –publicados en Alemania– documentan fotográficamente la muerte: Südamerikanische Mumien aus vorspanischer Zeit y Operación Silencio: Chile nach Salvador Allende.
Algunas de sus imágenes fueron usadas como referencia iconográfica para las obras. Estas dolorosas imágenes llevan una carga tan grave como la de un muerto sin sepultura, tirado en la calle, tal como ellos mismos fueron encontrados. En ellas se cifra el valor del tiempo y de la memoria fragmentada, que reaparece abruptamente en los encuentros con estos objetos-libros desplazados de sus territorios y de sus circunstancias. Todo esto teniendo –en la gran perspectiva histórica que nos sobrepasa por mucho– la conmemoración de los 50 años de la muerte de Salvador Allende y la irrupción de la dictadura cívico-militar, cuyos trágicos efectos padecemos hasta el día de hoy.
Formar parte de la historia es entender que la vida siempre nos devuelve algo perdido, como un afán del destino por inscribirnos en su indescifrable sistema de correspondencias.
La palabra, la historia, la piedra.
Krasna Vukasovic